No hicimos caso a nuestra propia recomendación de llegar temprano. Son las 2 y media de la madrugada y la capacidad de la capilla de Microcentro, donde se realiza este encuentro de fieles de la música electrónica, está colmada. Pero en la casa del Señor, y por ende en la Church Rave, no hay privilegios. No hay sector VIP ni derecho de admisión. Ahí recordamos eso de (PLUR) “Paz, amor, respeto y unidad” de las legendarias fiestas del club-iglesia Timelight de New York, de donde proviene este movimiento de fiestas electrónicas under que desde el mes de abril llegó a Buenos Aires.
Después de atravesar un largo pasillo, ingresamos a la iglesia de Suipacha al 800 y comenzamos a ser parte del ritual. Una experiencia en la noche, alejada de todo lo trendy y fashion que conocemos. Esto es el verdadero under. Tal vez sea la energía de este lugar sagrado, lo cierto es que en la capilla “prima la comunión de las almas bajo el amor por la música”.
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En el altar convertido en cabina, Ramiro Del Río hace entrar en calor a las 300 personas que lograron ingresar. No hay dudas de que Buenos Aires es una de las ciudades más cosmopolitas, y la Church Rave es un ejemplo de ello. El público es de lo más diverso y nadie está en pose. Las monjas bailarinas se meten entre los fieles danzando, reparten las hostias y son alabadas durante un set explosivo de los Brigado Crew.
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No sólo la pista estalla con el set de Juan Arilla, el residente de Make.You.Dance., la productora a cargo de “la Church” (así, a secas, como se llama a la fiesta en la escena clubber porteña). El delirio místico también se adueña de la cabina, en la que hace unos 20 años su protagonista era un sacerdote y hoy es un DJ.
La costumbre de una misa de domingo en la mañana se repite en esta versión pagana. Hernán Portillo se entrega a sus fieles con un set para oídos exigentes y las monjas, que a esta hora ya cambiaron sus hábitos, son una verdadera plegaria a esta fiesta under ya convertida en una salida de culto.