Con sede en Estocolmo, Suecia, Marc Femenia es un fotógrafo periodístico independiente muy galardonado, que combina el trabajo editorial y las tareas comerciales con proyectos documentales a largo plazo.
En el comienzo de este siglo en España nada era imposible. Ningún proyecto de construcción fue demasiado grande o demasiado difícil. Con los créditos de los bancos alemanes y el dinero proveniente de generosos fondos de la Unión Europea, los políticos visionarios sembraron el territorio español con planes urbanos sobredimensionados y proyectos de infraestructura de última generación. El negocio estaba en construcción; las necesidades de los proyectos o la viabilidad económica eran cuestiones secundarias que con demasiada frecuencia se pasan por alto, si no se ignoran por completo.
En 2006, España construyó más casas que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntas. España tenía la red de autopistas más larga de Europa, el doble de aeropuertos comerciales que Alemania, y la segunda red ferroviaria de alta velocidad más larga del mundo. España era la tierra del oro y la miel y el crecimiento económico parecía no tener límites. El mundo estaba maravillado del “milagro español”.
Cuando la realidad finalmente alcanzó a España, en 2007, su superficie urbanizada había aumentado en un asombroso 52% en solo 18 años, y su paisaje estaba plagado de una miríada de proyectos de infraestructura desiertos. Aeropuertos sin pasajeros, autopistas sin automóviles, hospitales sin pacientes … Sin mencionar los dos millones de casas vacías a las que nadie quería mudarse. Todo construido con el dinero de las generaciones futuras.
Lo que una vez se construyó como orgullosos monumentos sobre el éxito económico, ahora se ha convertido en evidencia embarazosa de un sistema político caracterizado por mala planificación, inversiones irreflexivas y corrupción generalizada. Un sistema donde, desde el nivel local hasta el nacional, demasiadas decisiones importantes son impulsadas por el interés propio y las agendas políticas oscuras en lugar de por el bien común. Un sistema que ha sumergido a España en su peor crisis económica desde el advenimiento de la democracia.
Sin embargo, la clase política no muestra signos de haber aprendido de sus errores. Desde 2008, España ha sido el principal receptor de préstamos del Banco Europeo de Inversiones, recibiendo más de € 68 mil millones, más de la mitad de los cuales se han invertido en nuevos proyectos de infraestructura. Por lo tanto, ya se están planificando varios megaproyectos en todo el territorio y, a pesar de la evidente falta de demanda, las autopistas y las redes ferroviarias de alta velocidad continúan su expansión casi como si nada hubiera sucedido. Todo con la esperanza de que el sector de la construcción una vez más lidere el camino para la economía española.
En los últimos meses, algunos indicadores económicos parecen sugerir que la economía de España ha tocado fondo. Sin embargo, con una tasa de desempleo del 24%, la ruta de recuperación será cualquier cosa menos fácil. Si los españoles no se dan cuenta de que los recursos públicos son limitados y no aprenden a exigir a sus líderes que los administren de manera responsable, España está condenada a repetir los errores del pasado. Debido a que estas imágenes no muestran las consecuencias de la crisis, muestran sus causas.