Al ingresar a la exposición de Elmgreen & Dragset en la galería König, en Berlín, los visitantes se encontrarán con una cancha de tenis casi de tamaño real, ligeramente elevada del suelo con tres esculturas de bronce lacado en blanco: dos jóvenes tenistas y un hombre en silla de ruedas. Todos permanecen quietos, como si hubieran congelado el tiempo para guardar para siempre ese preciso momento. Una red en el medio divide a los dos jugadores, creando una especie de díptico horizontal, mientras que las líneas blancas en el piso de color naranja amarronado no solo recuerdan las canchas de tenis, sino que también nos recuerdan visualmente los principios de cuadrícula del modernismo y las marcas viales que regulan nuestros patrones de comportamiento dentro del espacio público.
La escena, tenuemente iluminada, presenta una especie de sensación lúgubre. Las figuras de los niños fueron colocadas en diagonal en extremos opuestos, pequeñas y aisladas en el plano grande. Sus cuerpos y miradas están alejados el uno del otro, mostrando el final del juego. Uno de ellos yace en el suelo, con la raqueta a su lado, mostrando la agonía de la derrota.
El ganador, incluso tiene el trofeo, no muestra la emoción de la victoria. En lugar de alegría, parece haber surgido una incomodidad del juego para ambos jugadores. La escena es un cuadro congelado que captura el momento cargado que sigue a una derrota, donde el público, como espectador, cumple la narración. ¿Fue un juego justo? ¿Alguna vez es un juego justo?
